¿Os ha pasado alguna vez que alguien os dice algo que os hace sentiros mal durante un día entero? ¿O durante un momento, unas horas, o durante varios días?
Esta mañana estaba mirando una idea, que alguien me comentaba ayer respecto a cierto tema. Lo que me decía era: “¿no crees que no estás haciendo lo suficiente?”
Me pilló desprevenida. Siendo completamente honesta conmigo misma en aquel momento, sólo pude contestar “No lo sé”
Sin embargo esta mañana en meditación la posibilidad de que hubiera verdad en ese pensamiento me seguía rondando la cabeza y me hacía sentir mal. Así que me abrí a sentirme tal y como me estaba sintiendo, incómoda y mal.
Entonces empecé a darme cuenta de que me sentía culpable. Si no estoy haciendo lo suficiente, es que soy culpable de algo.
Bien, en ese momento me paro, y le doy dos motivos a mi ego:
-No soy culpable de nada, porque ya lo estoy haciendo en cada momento lo mejor que sé y puedo (igual que todo el mundo), por lo tanto, soy inocente.
-No hay una segunda manera de ver esto: todo es como es, en el momento que es, y nada puede ser distinto cuando ya ha sido. En un momento dado, puede parecer que hay muchas opciones y posibilidades a nuestra disposición pero cuando una de ellas se concreta, ya está, esa era la que estaba a nuestra disposición y nos pareció más adecuada en ese momento, por lo tanto, desde el presente, todas las demás han desaparecido, porque ya no están en aquel momento. La que elegimos por tanto era la que única opción que podíamos haber elegido. No había en realidad más opciones.
Hace ya tiempo que estas ideas las testé en mi experiencia y me parecen obvias (lo que no quiere decir que a veces elija olvidarlas). No obstante aplicándolas al problema en concreto, me di cuenta de que aún así me estaba sintiendo mal.
En cierto modo, la culpa seguía ahí porque pensaba que si no estaba haciendo lo suficiente, aunque fuera inocente, habría un castigo.
Tenía miedo de ser castigada, porque en cierto modo una parte de mi se sentía sintiendo culpable. Y lo que me ocurría es que estaba temiendo el posible castigo de no haber hecho lo suficiente.
Justo en ese momento me dí cuenta de cuál era el problema y el malestar y el miedo desapareció.
Vi que tengo dos opciones, y que siempre las tenemos: o creo en un Dios o en un Universo castigador y vengativo o creo en un Dios que es puro Amor. Dios no castiga nada. Somos nosotros los que nos creamos y creemos nuestro propio infierno.
No existe el Dios castigador o vengativo. Solo existe el Amor.
A cada uno de elegir en cada momento lo que quiere creer, la interpretación que yo quiero darle a algo que ocurre en mi vida, y por lo tanto la manera en la que me voy a sentir.
Permitidme ir más allá aun de esta idea: todo lo que me hace sentir sufrimiento, esconde culpa. Todo.
Como dice Un Curso de Milagros, aunque no lo parezca todo lo que crea sufrimiento o dolor en este mundo, esconde en realidad una falta de perdón, aunque no sea eso lo que parezca en un principio.
Así que cuando me siento mal solo he de preguntarme ¿Qué es lo que no he perdonado aún en esta situación?
Y ahí tendré la elección en mis manos: o perdono o no perdono. O dejo mis ideas a un lado sobre lo que pienso y me abro a oír las ideas de Dios, o del Amor, sobre esa situación, o me cierro a escuchar mis propias ideas sobre el tema.
Unas son falsas, y las otras son ciertas. O elijo vivir en la luz, en la plenitud, o elijo vivir en la sombra. No hay grises. No hay medias tintas.
Y tú, ¿en cuál elijes vivir?