Cómo soltar los juicios

Ayer, fui al parque con un amigo para llevar a jugar a los niños. Había un vecino que tenía la música “a todo trapo” y mi amigo me comentó que al parecer era algo habitual, pues cuando iban a este parque siempre estaba así la música. Además estábamos en una urbanización en pleno campo, un lugar donde se disfruta mucho del silencio interrumpido únicamente por algún ladrido de perro o algún coche muy ocasional.

Al parecer, los vecinos habían llamado varias veces a la policía para solicitar que el vecino bajara el volumen de la música, pero el susodicho siempre volvía a las andadas.

El caso es que estuvimos viendo algunos de los pensamientos que surgían en nuestra mente frente a esta situación “este tío es idiota” “menudo egoísta” etc.

Ahí mirando esos pensamientos, podía ver el dolor que eso me estaba generando: pero no la música en sí, sino mis pensamientos acerca de esa persona en cuestión.

Y es que a raíz de una situación así, en realidad tenemos el poder de elegir qué queremos pensar, a pesar de que ya haya una especie de programa mental instalado que nos indica que es lo lógico que debemos pensar ante una situación así.

Sin embargo, cuando miras esa respuesta programada de cerca y te abres a sentir esa interpretación, puedes ver con claridad que los juicios hacia el otro, siempre son dolorosos: pero no para el otro, sino para mí mismo. Probablemente nunca me cruce con el vecino en cuestión pero yo ya tengo en mi mente una representación de esa historia en mi cabeza, y la manera de relacionarme con esa creación mental que he hecho a raíz de esa situación, va a determinar el cómo me voy a sentir.

Cuando sueltas tu interpretación, ahí puedes abrirte a ver que en realidad, el vecino en cuestión no puede hacer nada diferente de lo que hace. No se da cuenta de que está molestando, y si lo hace, está pensando en algún nivel que no le importa molestar, o que no es para tanto. En algún nivel, probablemente me he desconectado de lo que sucede a mi alrededor, de que mi comportamiento puede implicar molestia para otras personas. De alguna manera me he tenido que distanciar de esa molestia, para no tener que sentirla.

Sin embargo y ahí está lo curioso, es que cuando yo veo la falta de empatía de esa persona y pienso “menudo egoísta”, sin darme cuenta de que alguien que hace algo así es que en algún nivel no se encuentra bien, y yo simplemente a raíz de esto pienso “bueno, me da igual si se encuentra bien o no, lo que quiero es que baje la música”. Justo en ese punto me resulta muy obvio que me estoy uniendo a esa falta de empatía de mi vecino. Quizás en un nivel diferente, pero ese pensamiento me está contactando con esa falta de empatía. En el fondo, me estoy separando de mí mismo, porque en un nivel profundo, todos estamos unidos, y si tú no estás bien, en algún nivel eso me afecta a mí también.

En esta situación, la música alta me ha robado mi paz, y para poder recuperarla, necesito que el vecino baje la música, y si no la baja, me colgaré de esos pensamientos para poder mantener mi malestar frente a la situación y mi identidad de víctima, muy escondida bajo todos esos pensamientos de ataque al vecino, que en el fondo lo que hacen es que me sienta vulnerable y experimente tensión frente a esa situación.

Cuando yo me permito sentir esa tensión y ese miedo plenamente, puedo contactar y entender profundamente por qué estoy viviendo esta situación: esa tensión que yo siento con la música alta es el mismo que siente a un nivel profundo mi vecino porque sin duda cree necesitar esa música a ese volumen concreto para poder sentirse bien.

Así pues cuando yo entro en conexión con lo que pasa dentro de mí ante esta situación, puedo entrar en contacto profundo con mi vecino, y unirme a él, simplemente sintiendo lo que yo siento a raíz de esta situación, dejando de culpar a nadie por ello y haciéndome plenamente responsable de mi experiencia interna. Esa unión con el vecino no es algo provocado por una especie de “buenismo”, sino que es un movimiento natural de la conciencia que sucede al hacerme plenamente responsable de mi experiencia interna.

Si yo me abro a sentir mi tensión, mi miedo, mi dolor porque mi vecino no atiende mis peticiones, estaré tomando contacto con un lugar muy profundo dentro de mí mismo, y al que esta situación me está invitando a ir: cuando yo entro ahí, y llevo mi presencia a ese dolor físico que siento en mí, dejando a un lado todo pensamiento al respecto, el dolor curiosamente empieza a transformarse, a diluirse, a volverse paz.

En ese instante puedo dar gracias a esa situación y a ese vecino porque gracias a él he podido contactar con mi paz, y fíjate: la música sigue a todo trapo, pero ya no soy una víctima de ella ni de mi vecino, porque me doy cuenta de que mi paz interior depende solamente de mí, y que nadie, absolutamente nadie, tiene el poder de alterarla a menos que yo elija permitírselo.

Y además ahora puedo entender profundamente por qué mi vecino actúa así -lo que no quiere decir que yo justifique o comparta ese comportamiento, o incluso que no llame a la policía si no me hace caso a mí. Aquí hablamos de un movimiento interno, que va mucho más allá de cómo yo decida actuar externamente en esta situación. Pero el hecho de entenderme-le profundamente me lleva a unirme a él. Todos sentimos dolor, y todos deseamos ser felices. Eso nos une profundamente.

Claro, para ello tengo que hacer ese ejercicio de sentir y abrirme a soltar la historia y los pensamientos en mi mente, aunque sólo sea por unos momentos, y darme permiso para entrar en contacto con mi propio dolor, antes de poder transcenderlo. Esto no es una teoría, es una auténtica práctica.

Ahí podré observar como quizás un día mi vecino de repente ya no sienta esa necesidad de poner la música a todo trapo, porque ya no necesitaré esta experiencia en mi vida.

O quién sabe, quizás lo siga haciendo mucho tiempo, y esta práctica interna de sentir y entregar mi miedo y mi tensión a cada instante sea precisamente mi camino de vuelta a casa, hasta que deje totalmente de darle a la música alta y a mi vecino el poder de quitarme mi paz.

Sólo ahí podré darme cuenta de que la capacidad de hacerme sufrir que yo le daba a la música alta se la estaba dando yo y solo yo.

Maricarmen Pérez Díez

Instructora de mindfulness. Terapeuta transpersonal y maestra de Reiki.

curso de mindfulness online, cursos de meditación, cursos de mindfulness, cursos de mindfulness en empresas, cursos de reiki, facilitadora del perdón, madrid, meditacion, mindfulness, mindfulness colegios, mindfulness empresas, plenitud, soypresencia, terapeuta transpersonal, terapia reiki

Entradas relacionadas

2 comentarios. Dejar nuevo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.