Las relaciones de pareja nos mueven a un nivel muy profundo. Quizás son las experiencias que más nos enseñan acerca de nosotros mismos si nos permitimos aprovecharlas lo suficiente.
Hace no tanto descubrí que el amor que siento por el otro no proviene en realidad del otro, sino que su origen se encuentra en mí. Sí, es un profundo misterio saber por qué precisamente esa persona y no otra aparentemente despierta todos esos sentimientos tan bonitos e intensos en mí. Pero si yo me abro a sentir ese amor plenamente…ahí aparece algo nuevo.
Me estoy dando cuenta de que al menos parte de la intensidad que sentimos cuando estamos enamorados en realidad no proviene del amor que experimentamos en sí mismo, sino de la resistencia que tenemos a sentirlo.
Nos asusta su intensidad y lo vivimos muchas veces contraídos, con miedo, con una cierta angustia, pero es sutil, simplemente estamos algo nerviosos, como descentrados, pensando en el otro, en nuestras ensoñaciones mentales, en si el otro nos va a querer o no, si se va a quedar o si se va a ir…
Lo que estoy descubriendo en definitiva, es que el Amor nos da miedo. Porque es un sentimiento muy grande, inconmensurable, intenso y el cuerpo físico no logra contenerlo.
Sin embargo, estoy descubriendo que es mucho más bonito vivir el amor con el corazón abierto, dejando a un lado la resistencia. Abiertos a vivirlo en total plenitud, pero siendo conscientes de su origen. Y su origen no es el otro (a pesar de que lo parece), su origen soy yo mismo.
Cuando sientes amor y te das permiso para sentirlo totalmente en tu cuerpo, te desborda el cuerpo físico: es tan intenso que en un primer momento puede resultar incluso doloroso, pero si lo sostienes, puedes sentir como esa intensidad logra que el cuerpo se traspase y entonces empiezas a sentir una amplitud, empiezas a notar como si tu cuerpo se ampliara, como si te hicieras más espacioso…puedes sentir con claridad que ese amor no solo está en ti: te está rodeando, está en todas partes.
Sí, parece provenir de ti porque lo estás sintiendo tú, pero en realidad está en todas partes, y al sentirlo más allá de los límites del cuerpo te das cuenta de que en realidad el Amor no es algo personal, no es algo que te pertenezca ni que puedas controlar. Es algo que te está sucediendo a ti. Es el tejido mismo del que están hechas cada una de tus células. Es profundamente lo que tú Eres en realidad, únicamente que estaba tapado por capas y capas de miedo y de identificación con un yo “limitado”.
Y sí, tenemos mucho miedo de dejar caer ese yo limitado y abrirnos al amor porque creemos que así sufriremos. Cuando lo cierto es precisamente lo contrario. Sufrimos porque no nos permitimos amar plenamente.
No le damos permiso al amor para deshacer nuestro concepto limitado de “yo” pues creemos que perderemos algo valioso, cuando en realidad lo único que perdemos es lo que no somos, la ilusión de eso limitado que creemos ser. Y el sufrimiento proviene precisamente de identificarnos con algo que no somos que necesita diferenciarse y oponerse a algún otro, cuando en lo profundo todos somos lo mismo: puro amor.
Lo bonito en la forma de este proceso de enamoramiento es que puedes aprovechar todo ese amor que sientes por el otro, para reconocerte tú ahí como puro amor, reconocer tu esencia auténtica (que es idéntica a la del otro). Y darte cuenta que en realidad tu valor no depende de lo que el otro haga, diga o piense. Ni tampoco de si se va o si se queda. Tu valor ya se te dio y está siempre presente.
Y ese Amor que reconoces puedes aprovecharlo para quererte tú a ti mismo con mayor intensidad y por ende a todos los que te rodean. ¿Cómo puede el Amor no amar?¿Cómo puede dejar de querer, dejar de maravillarse ante el misterio mismo de la existencia? Estar vivo, estar respirando…Todo se vuelve un puro regalo, y ese regalo, ves con claridad que no depende del otro, porque está en ti.
No hubo nunca trucos ni trampas, ni mala suerte por no poder conseguir ahí fuera lo que querías del mundo o del otro: constatas que el paraíso en realidad te lo colocaron en un lugar mucho más cercano para que nunca pudieras perderlo: justo dentro de ti.
Y ahora imagínate…¿cómo sería darle permiso plenamente al amor en tu vida, más allá de que estés enamorado de alguien o no?
Imagínate… ¿cómo sería ir en el autobús y sentarte al lado de alguien y permitirte sentir el amor que tu corazón siente por esa persona a pesar de no conocerla de nada?
¿Cómo sería la experiencia de vivir totalmente enamorado de todos y cada uno de los que te rodean? ¿De permitir que tu vida no sea tanto dirigida por tus pensamientos y opiniones sino por el profundo Amor que habita en tu corazón?
Wow, me cuesta imaginar un escenario más feliz que ese…
¿Nos concedemos el regalo?
Cuando comprendes esto te das cuenta de que el trabajo interior más valioso que puedes hacer por tu propia felicidad es deshacer todos los obstáculos que tú y sólo tú has interpuesto al Amor en tu mente.
Gracias
Instructora de mindfulness. Terapeuta transpersonal y maestra de Reiki.
3 comentarios. Dejar nuevo
Tu comentario no se puede calificar de ninguna manera pues es algo que nos supera esencialmente. Sería como dar una opinión sobre cualquier obra de arte que no terminas de entender pero ya la juzgas. Me queda la sensación que no solamente sabes de lo que escribes, sino que lo has vivido y conceptualizado para mostrárnoslo. He sentido en mis retiros algo semejante pero no le he puesto nombre… la esencia de la no diferenciación con todo. Parece algo como el UNO con la totalidad que he leído en muchas partes. Pero tu lo has puesto además muy bello y refiriéndote a lo que con mayor frecuencia el humano siente en su vida que es el amor. Hay algo que nos enrasa y que nos une en su esencia.
Muchísimas gracias José por tu lindo comentario. El Amor desnudado de conceptos sin duda nos permite encontrarnos en esa Unidad que comentas, ahí nos sentimos juntitos. Que lindo poder compartir ese sentir conscientemente. Gracias. Te mando un gran abrazo.
[…] de miedo, resistencia etc… Con lo cual en lugar de abrirnos plenamente a sentir en profundidad el miedo que tenemos a amar, normalmente lo que hacemos es lo de siempre, escuchar esa voz interna que nos […]