El otro día pusieron un reportaje en la tele sobre las Islas Mauricio. Empecé a imaginarme allí, tumbada bajo el sol, relajada, tranquila…sería fantástico hacer un viajecillo allí, pensaba. Sí, probablemente sí.

Sin embargo, al observar mi deseo y lo que sentía, me di cuenta de que la paz que anhelaba sentir en Mauricio, ya estaban conmigo,  pues al imaginarla, en aquel instante, ya la estaba sintiendo. Y me di cuenta, de que si no atendía a mi presente, una vez que volviera de Mauricio, necesitaría ir a otro sitio, para darle a ese nuevo lugar la etiqueta de paz y felicidad y poder así alcanzar un estado que en realidad, ya estaba sintiendo en aquel momento.

Y me di cuenta de que nos pasamos la vida deseando porque así entretenemos nuestra verdad: que ya somos seres completos y felices en cada instante, siempre en el presente.

Necesito querer algo diferente de lo que tengo en este instante para así lograr evitar sentirme bien con lo que ya tengo aquí y ahora.

Es una auténtica locura. Es brutal, brutal, brutal.

Y lo negamos porque supondría admitir que nunca tuvimos razón ¡que nuestras quejas nunca tuvieron razón!

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Y esto, incluso aunque admitamos que es cierto, hasta que no miremos con profunda honestidad dentro de nosotros para admitir el auto-engaño en el que vivimos, la película que estamos creando nosotros mismos a nuestro alrededor…no nos daremos cuenta realmente de cómo nos pasamos la vida evadiendo esta realidad de felicidad absoluta que es inherente a nuestra condición humana, en tanto que Ser.

Mi vida es perfecta para mí tal y como es, al igual que la tuya para tí.

Y entonces alguien dirá ¿y qué pasa con la gente que se muere de hambre? ¿También ellos son inmensamente felices? Si soy honesta, no lo sé, nunca estuve en su posición. Puedo ver que es posible que no estén felices en tan que generalmente asociamos el concepto de felicidad con la alegría o el bienestar.

Pero el concepto de felicidad del que se habla aquí es más profundo. Va más allá de la forma en que tu vida acontece. Porque sólo contempla el instante. Y si hay hambre en este instante, puedo abrirme a sentirlo en tan que condición física. Y si hay cansancio, y dolor, lo mismo.

Pero hasta que no me abra a verlo y a sentirlo en mi propia vida, no podré ser consciente de la presencia que está detrás de todo lo que ocurre en mi vida, que podría llamarse también conciencia.

Y desde ahí podré ver que ni si quiera el hambre, puede ocultar ni alterar en lo más mínimo mi verdadera naturaleza: puro amor, pura felicidad, pura PAZ.

Gracias.

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