El valor de no ser nadie

A veces, tras unas horas, una tarde regulera, o una noche difícil, una sensación de pérdida, tristeza, apatía…decido que ya está bien.

Decido dejar de luchar, deponer las armas y rendirme. Pues sé que ese juego por mucho que puede llegar a distraerme no sirve para nada. Como mucho sirve para hacerme daño y seguir proyectando una historia de dolor en el tiempo. Entonces decido rendirme. Decido que ya está bien. Permito entonces mi sentir, lo dejo ser, lo observo. Está bien. Está bien. Dejo de juzgarme. Me doy al presente. Me doy a la tristeza, al enfado, a la apatía.

Y todo empieza a disolverse, empieza a surgir la paz que está por debajo de todas las cosas. Y entonces surge una pregunta en mi mente:

¿Quién soy yo para oponerme a mi vida?¿Quién soy yo para oponerme a mi propia vida, a la manera en como las cosas están ocurriendo?

Las lágrimas afloran a mis ojos. Y entonces me doy cuenta de que no soy nadie para oponerme a mi vida.

No soy nadie para oponerme a la forma en que las cosas se están dando, están sucediendo.

Me doy cuenta de nuevo, por milésima vez, que todo mi sufrimiento surge de mi oposición a la vida.

Así que me vacío totalmente. Me olvido de Maricarmen. Recuerdo la verdad desde una profunda honestidad: no sé quién soy, no sé por qué estoy aquí, ni sé por qué las cosas ocurren como ocurren. Renuncio a saber y a comprender, renuncio a las suposiciones y elucubración acerca de lo que debería ser.

Me dejo profundamente en la paz.

No soy nadie para oponerme a mi vida. No soy nadie. No soy nada. Y el vacío me toma y siento el vacío en mí, y alrededor de mí. No hay absolutamente nada, soy puro vacío.

Y en ese puro vacío encuentro un profundo descanso. Encuentro una paz tan profunda que sé que no es de este mundo.

Y entonces comprendo que quién realmente soy, tampoco es de este mundo, a pesar de estar en él. Y entonces decido estar en paz con el mundo.

Decido rendirme a mi vida, a lo que es, a cada instante porque sólo tengo eso: este instante, cada instante. Me rindo, me doy, permito que el amor se haga en mí, permito que el vacío se haga en mí.

Permito que la Conciencia, que Dios, entre aquí.

Me permito ser Dios. Sólo amor, sin oposición a nada. Un puro permitidor.

Simplemente consciencia.

Simplemente Yo.

Me enfoco en Dios. Me enfoco en mi conciencia. Me enfoco en lo único que es eternamente estable.

Dios está aquí. Ya es. Recuerdo que no hay nada por lograr, nada por conseguir. Sólo abrirme a recibir lo que ya se me da, a manos llenas, pero siempre en el presente, nunca fuera de él.

Me dejo en Dios. Y todo conflicto, toda oposición, se desvanece.

Maricarmen  Pérez Díez

Instructora de mindfulness. Terapeuta transpersonal y maestra de Reiki.

cursos de meditación, cursos de mindfulness, cursos de mindfulness en empresas, cursos de reiki, cursos mindfulness empresas madrid, facilitadora del perdón, madrid, meditacion, mindfulness, mindfulness colegios, mindfulness empresas, mindfulness empresas madrid, plenitud, sesiones de reiki, soypresencia, terapeuta transpersona, terapia reiki, terapia transpersonal

Entradas relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.